En marzo, en el segundo día en el que los habitantes del área de la Bahía de San Francisco debían quedarse en sus casas, Nohemi Jiménez se subió a su automóvil en San Pablo, California, se despidió de su hijo de 3 años y se dirigió a su cita de diálisis de cada miércoles.

Las calles estaban desiertas. Sin tráfico. Jiménez, de 30 años, dijo que es difícil admitir lo que pensó: sin autos no hay accidentes. Y eso significaba que estaría en la lista de espera para un trasplante de riñón por más tiempo.

“No quise ser mala, pero pensé: Dios mío, nadie se va a morir”, contó. “No voy a recibir mi trasplante”.

Jiménez tenía 20 años y estaba embarazada de su primer hijo cuando los médicos descubrieron que había nacido con un solo riñón, y que éste estaba fallando. A los 29, le dijeron que necesitaba un nuevo órgano. Resultó extraño y aterrador, esperar que alguien muriera para poder vivir, contó.

“El pensamiento está en tu mente todo el tiempo, nunca te abandona”, agregó.

Las muertes por accidentes son la principal fuente de órganos para trasplantes, y representan el 33% de las donaciones, según la United Network for Organ Sharing (UNOS), que gestiona el sistema de donaciones de la nación.

Pero desde que el coronavirus obligó a los californianos a atrincherarse, las fatalidades han disminuido. Los accidentes de tránsito y las muertes en el estado se redujeron a la mitad en las primeras tres semanas de la cuarentena, según un estudio de la Universidad de California-Davis. Y las muertes por ahogamiento cayeron hasta un 80%, según datos recopilados por la organización sin fines de lucro Stop Drowning Now.

En abril, las organizaciones que obtienen órganos suelen ver un aumento en las donaciones relacionadas con actividades al aire libre, las vacaciones de primavera y los viajes. Pero no este año.

Del 8 de marzo al 11 de abril, el número de donantes de órganos que murieron en accidentes de tránsito disminuyó un 23% en todo el país, en comparación con el mismo período del año pasado, mientras que los donantes que murieron en otros tipos de accidentes bajó un 21%, según UNOS.

“Los accidentes que suelen ocurrir durante las vacaciones de primavera, en la playa, al andar en moto o ir de caza son casi inexistentes porque no hay vacaciones de primavera “, dijo Janice Whaley, CEO de Donor Network West, que administra las donaciones de órganos para el norte de California y Nevada.

Janice Whaley (sentada) es la directora ejecutiva de Donor Network West, que administra donaciones de órganos de donantes fallecidos en el norte de California y Nevada. Su equipo atiende llamadas de hospitales sobre posibles donantes de órganos.(Andye Daley/Donor Network West)

Médicos dijeron que también observan una disminución en las visitas a la sala de emergencias en general, no solo por accidentes, y esto también podría estar limitando el suministro de órganos.

“¿Dónde están todas las personas con ataques cardíacos? ¿Con accidentes cerebrovasculares?, se preguntó George Rutherford, profesor e infectólogo en la Universidad de California-San Francisco. “¿Estos pacientes no llegan a las salas de emergencias por temor a COVID?”.

Los accidentes cerebrovasculares y los ataques cardíacos son la segunda y tercera fuente más común de donaciones de órganos, y representan el 27% y el 20% de los órganos, respectivamente, según UNOS.

Cuando las personas mueren de un derrame cerebral o ataque cardíaco en el hogar en lugar de un hospital, sus órganos no pueden usarse para trasplantes debido a la pérdida de flujo sanguíneo. La mayoría de las donaciones de órganos se producen después que una persona sufre un evento casi mortal y las medidas para salvar vidas no funcionan.

Para que los órganos sean viables, las personas deben morir o ser declaradas con muerte cerebral mientras están en un respirador, para que la sangre siga bombeando al corazón, los pulmones, el hígado y los riñones.

COVID complica el proceso de donación

Una serie de otras complicaciones logísticas están dificultando los trasplantes durante la pandemia de coronavirus. Los hospitales han tenido que reducir las cirugías de todo tipo para preservar los escasos suministros de equipos de protección personal y ventiladores. Y muchos no han tenido la capacidad para manejar el delicado y complejo proceso de la donación, recuperación, transporte y trasplante de órganos.

Los trasplantes en todo el país se desplomaron un 52% del 8 de marzo al 11 de abril, según datos de UNOS.

“Hay muchas cosas que tienen que ocurrir a la perfección, y ahora estamos en una situación imperfecta, tratando de lidiar con tantas otras cosas”, dijo Whaley.

A medida que los centros médicos se preparaban para una ola de pacientes con COVID-19, buscaron tener disponibles la mayor cantidad de ventiladores posible. Además de los donantes que deben morir con ventiladores para mantener sus órganos viables, los médicos a menudo los mantienen con ventiladores durante dos o tres días mientras los equipos de trasplante y los receptores se organizan. Luego, los que reciben el órgano deben estar en ventiladores durante la cirugía.

“La gente estaba muy inquieta por tener pacientes que no son de COVID-19 en ventiladores, ocupando espacio”, dijo Whaley. “Querían asegurarse de que estaban listos para el próximo paciente”.

Muchos pacientes con COVID que murieron ofrecieron sus órganos para donación, pero fueron rechazados por temor a que los recipientes pudieran infectarse, dijo.

Y la escasez de suministros para pruebas de coronavirus dificultó que los centros de trasplantes hicieran pruebas a donantes potenciales, que luego murieron por otras causas, para asegurarse que no estuvieran infectados con el virus.

Nohemi Jiménez el 18 de abril, el día después de su exitosa operación de trasplante de riñón en el Centro Médico UCSF en San Francisco.(Courtesy of Nohemi Jimenez)

“Por lo tanto, puede haber habido una reducción de órganos que normalmente no hubiéramos visto”, dijo el doctor Chris Freise, profesor y cirujano de trasplantes de la UCSF.

Como política, los hospitales cancelaron prácticamente todos los trasplantes de órganos de donantes vivos, donde un miembro de la familia u otra persona dona un riñón o una sección de su hígado.

“Eso implica llevar a dos pacientes al hospital, el donante y el receptor, y ciertamente no queríamos poner a los donantes en un riesgo adicional significativo”, dijo Freise. “El trasplante de riñón de donante vivo se frenó casi por completo en la mayoría de los programas en todo el país”.

Algunos hospitales reanudaron estos procedimientos a principios de mayo, mientras que las donaciones de donantes fallecidos comenzaron a aumentar lentamente a mediados de abril.

Fue entonces cuando Jiménez recibió la llamada del equipo de Freise en UCSF. Una condición relacionada con los tres embarazos de Jiménez hizo que encontrar un donante compatible fuera muy difícil, “como una aguja en un pajar”, explicó Freise. Eso también la colocó arriba en la lista de espera en caso de que se encontrara un órgano compatible.

El teléfono de Jiménez sonó a las 2 am del 17 de abril. Le dijeron que fuera al hospital de inmediato.

“Estaba emocionada”, dijo Jiménez. “Pero entonces mi mente sonó: alguien murió”.

Todo lo que sabe es que el donante tenía 19 años y murió en un accidente en Los Ángeles. Jiménez escribió una carta a la familia del donante.

“Les dije que siempre estaré pensando en ellos”, dijo. “Lo o la tendré en mi cuerpo por el resto de mi vida y viviré para los dos”.

Jiménez tiene seis meses de recuperación por delante. Dijo que está ansiosa por volver a trabajar y tener más energía para jugar con sus hijos.

Esta historia es parte de una asociación que incluye a KQED, NPR y Kaiser Health News.

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